Después de una primera fase de movimientos rápidos, el frente se estabilizó en el oeste sobre el río Marne, en territorio francés. En desarrollo tecnológico de las nuevas armas de fuego (artillería, fusiles de repetición, ametralladoras) hacía que los ataques frontales fueran casi imposibles, inutilizando a la caballería. La protagonista de la guerra pasó a ser, en cambio, la trinchera, donde los ejércitos opuestos se enfrentaron durante períodos extensos.
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Vida y muerte en las trincheras en la I Guerra Mundial
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Las condiciones de vida eran terribles: los soldados convivían con ratas e insectos, en situaciones higiénicas al límite del inicio de epidemias; los alimentos eran escasos y malos. La trinchera requería de turnos de guardias agotados, continuos trabajos de reparación y excavación, razón por la cual los hombres vivían prácticamente en el barro, durmiendo como mucho dos horas por noche. Estaban sometidos al desgaste psicológico de la espera previa al combate: Alejados del mundo, vivían en un clima de violencia salvaje que los marcaría para toda la vida. Por culpa de generales que todavía confiaban en la posibilidad de realizar un ataque frontal eficaz, decenas de miles de jóvenes perdieron la vida en un lapso de pocas semanas de guerra.
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